Me quedé mirando ambos rostros, y como en sus expresiones se podía leer la incomodidad y el desconcierto. La chica se llamaba Selena, y la miré con curiosidad cuando me arropó con aquella sábana blanca. Retiré sus manos delicadamente, dandole las gracias con la mirada y me lo anudé por encima del pecho, dejando los hombros al descubierto. Al menos así sentía algo más de calor y enseñaba menos de mí misma. Bastante había pasado con haberme encontrado en aquel estado tan lamentable.
Posé mis pequeños pies sobre el suelo de mármol de la enfermería, y los botines que llevaba chocaron y se pudo oir un sonido hueco. Se oyeron los pasitos que llevaban a la puerta, acorde con mi caminar pausado.
-¿No os apetece ir a otro sitio más agradable? El olor a nada no acompaña a una conversación decente. Además, Ángel de negro tiene razón, aqui no hay nadie y es... Bueno, inútil quedarnos. Selena, ¿Ángel?, necesito... algo caliente. ¿Os apetece bajar al pueblo?-traté de pensar lo menos posible, dejarme guiar por mi instinto y solucionar aquellos momentos confusos que todavía nublaban mi razón-. Soy C'iel. C'iel Vartan du Beryl, inventado por mí... el apellido. Ah, Selena, ¿te importa pasarme alcohol y algodón? Esto... pica un poco-dije, tocándome las heridas de los brazos, la espalda y la cara. Cerré los ojos un momento, intentando respirar tranquilamente. Intentando relajarme, separarme, evadirme... Dios, era tan dificil. Los avasallaría a los dos con miles de preguntas, mil y una que consiguieran aliviar mi alma. Pero no podía. No de momento.